viernes, 11 de octubre de 2013

Revista EL RUEDO (1944-1977)


Revista taurina fundada en Madrid. El primer número salió en los quioscos el 2 de mayo de 1944 como suplemento del diario deportivo "Marca" ("Suplemento taurino de Marca"), pero en vistas del éxito extraordinario que tuvo enseguida se convirtió en una publicación independiente a partir del 21 de noviembre de 1946. Aunque su ideología acerca de la tauromaquia fue cambiando a medida que se sucedían en el cargo los distintos directores, siempre partió de los supuestos de defensa de la integridad del espectáculo, encaminado a salvaguardarlo y a perpetuarlo. No se trataba de una defensa abstracta sino que se buscaba la pureza de la Fiesta como solución a los males del toreo, con la intención de impedir su deterioro e hipotética desaparición. La revista supo distinguir entre el toreo como realidad objetiva y el espectáculo taurino dirigido por las personas. Los principales temas de política taurina que se trataron a lo largo de los años fueron la decadencia y los problemas de la fiesta; el toro, el fraude y el reglamento; el convenio hispanomexicano, la mujer en los ruedos y la defensa de la figura del torero Manolete. Desde esta revista se tuvo la intención de cambiar la Fiesta para mejorarla. Su misión no fue sólo la de informar o reseñar la historia del toreo, sino cambiar todo aquello que no gustaba. Junto a la ideología taurina, de manera esporádica, aunque muy firme, en sus páginas también hubo la ideología política del momento histórico que correspondió vivir.


El primer director fue Manuel Fernández-Cuesta (1944-1945), fundador de la revista y primer director, responsable de marcar una línea editorial que se mantuvo durante muchos años. Desde sus inicios se apreció la voluntad de compaginar la información ilustrada de actualidad con temas culturales. Así, este semanario se convirtió en la primera revista gráfica.
Su segundo director, Manuel Casanova (1947-1961) fue además jefe nacional del Sindicato del Espectáculo, tomando parte activa y ejecutiva en las reuniones que trataban los asuntos internos del toreo. Falleció repentinamente en un accidente de circulación el 29 de septiembre de 1961.
Su sucesor y tercer director, Alberto Polo (1961-1967) se encargó de modificar la línea definida por los dos anteriores responsables. Las variaciones se produjeron sin la más mínima transición, de una manera abrupta, pues en un par de semanas la revista parecía otra. Así, el lector habitual de la revista se encontró con una publicación que había variado su concepto. Los cambios afectaron a cuatro aspectos esenciales: mayor claridad en la puesta en página de los temas, titulares de mayor tamaño, mayor agresividad en el diseño e inclusión de menos fotografías, pero de mayor tamaño. Todo se efectuó muy pronto y sin transición. Con ello se  supo darle un aire renovado a la publicación, aunque en ocasiones pecase de poco taurino. Bajo su dirección, la revista pasó por varias etapas, todas muy diferentes: al principio se publican fotografías que buscan lo espectacular o incluso lo anecdótico. Además, muy pronto se incorporaron a la nómina de colaboradores los jóvenes Vicente Zabala y Alfonso Navalón, junto a los prestigiosos críticos y escritores Clarito, Guillermo Sureda y Claude Popelín, entre otros.


Sorpresivamente, en enero de 1963 bajó mucho el tono espectacular de la revista, tanto en los titulares como en los temas, y en marzo de 1964 inició una nueva etapa, cambiando de nuevo de modo profundo y radical, aunque en esta ocasión afectó más a la línea editorial que a los aspectos externos de diseño o presentación de los temas en página. La revista entró en lo que podríamos denominar “etapa gráfica”, atendiendo a que muchas de las crónicas se ofrecían sobre todo con fotografías, valorando más las imágenes que los textos. Aunque breve, los meses de diciembre de 1966 y de enero de 1967 se incluyeron páginas de noticias con diseño de periódico, en un tono general de maquetación más descuidada, con muchas cosas pero mal valoradas. Fue un momento donde careció una personalidad y un rumbo.
Tras la destitución del anterior director, subió al cargo José María Bugella (1967-1970), el cual retornó a la línea tradicional, al clasicismo y a una mayor claridad en la confección de las páginas, que serán las líneas fundamentales de esta etapa de la revista. Esporádicamente, como director en funciones, brevemente en 1970 (y después en 1975) fue nombrado Antonio Abad Ojuel, que ostentaba el cargo de redactor jefe.


El sexto director fue Carlos Briones (1970-1975), y su presencia en se caracterizó, entre otras cuestiones, por una nueva línea informativa, basada muchas veces en la inclusión de un periodismo reportajeado y no ausente de polémica. Dejó de figurar como director el 18 de febrero de 1975. Iniciado en ese mismo año el proceso de liquidación de los medios informativos del Movimiento, en ese momento la revista pasó a manos privadas.
Con la salida en los quioscos de la revista el 27 de mayo de 1975, ostentaba el cargo de director Fernando Vizcaíno Casas (1975-1977), limitando se trabajo a poner el nombre y a escribir un artículo que muchas veces era rectificado. Emilio Romero arrendó la cabecera a los hermanos José Luis y Eduardo Lozano, y junto a Vizcaíno Casas también se nombró a Juan Palma como subdirector. El semanario se mantuvo durante algunas semanas en el edificio del diario falangista “Arriba”, aunque muy pronto cambiaron de local. Como diseñador contrataron a José Asensi, que hizo una revista más directa y al que en la redacción acusaban de haber montado “un gabinete experimental de maquetación”. Inmediatamente, la publicación subió su precio de 15 a 25 pesetas. Los cambios en el diseño llegaron también muy pronto: la cabecera se hizo mucho más grande, y bastantes de los titulares de portada buscaron crear una cierta expectación. Desde el primer número se hizo evidente un nuevo concepto de publicación que nada tenía que ver con el anterior, incluyéndose nuevas secciones: espectáculos, motor, prensa rosa, música moderna, hípica, entrevistas con futbolistas aficionados a los toros… Y en todas estas secciones, diseño siempre con grandes titulares, todo muy cercano a la “escuela de periodismo” del diario "Pueblo".


Uno de los choques más brutales que pudo sufrir el veterano y tradicional comprador de El Ruedo fue la incorporación a la revista de la sección denominada “Tauro Maja”, que consistía en la publicación de fotografías de señoritas protagonizando un tímido destape, al amparo de la apertura del Régimen. Entre otras, en las portadas semi-eróticas aparecieron Carmen Sevilla, Sara Montiel, Rocío Jurado, “El Kojak torero”, Micaela, Viki Lusson, Bebé Palmer, Paloma Cela, Blanca Estrada y Rosa Morena. A partir de 1975 la publicación se debatió entre la buena cobertura de las ferias, la presencia abundante de noticias, los concursos, la latente crisis financiera y el tema de los semidesnudos, que entonces habían bajado en número de páginas y en tono. La última revista apareció en los quioscos el 1 de febrero de 1977.
Por definición, fue una publicación de carácter informativo. La actualidad tuvo en sus páginas un carácter prioritario, aunque no único, pues la seña de identidad que distinguió a la revista, fue su dedicación a los temas culturales de toda índole. Teniendo el toreo siempre como referencia, se trató su historia y sus protagonistas, la literatura y el arte, la música, el cine y otras múltiples disciplinas artísticas. Su presencia fue constante, mucho más arraigada en los primeros años que en los últimos, dejando siempre constancia de que la Tauromaquia era mucho más que aquello que sucedía en los ruedos. Por sus páginas pasaron escritores de primera fila, unos manteniendo secciones fijas y muy prolongadas en el tiempo, y otros realizando sólo colaboraciones esporádicas.


Los temas culturales ocuparon una cantidad similar de páginas que las que se dedicaban a presentar la actualidad. Era una revista culta, tanto por las firmas como por el contenido de los artículos, y también una revista didáctica, porque quiso enseñar la historia del toreo, de los toreros y de las suertes. En sus páginas nunca faltaron las secciones fijas o esporádicas, ni tampoco los temas y trabajos sueltos, que se ocuparon de la historia de la tauromaquia.
Manolete fue el torero de "El Ruedo". El diestro que estuvo constantemente presente en su historia, en sus páginas como la figura de época que era, y como el matador que, una vez muerto, adquirió carácter mítico. Aunque sólo alcanzó a vivir los tres primeros años de la revista, la trascendencia taurina del diestro cordobés fue de tal magnitud, que él es el torero que vertebró la historia de esta publicación. Además de Manolete, se escribieron la biografía y la anécdota de una lista extensísima de figuras del toreo de época pasadas. Pero no sólo se hablaba de figuras, sino también de matadores modestos y olvidados, de banderilleros y picadores, de novilleros y rejoneadores, dando forma a un monumental panorama de toreros retirados.


Las páginas de arte fueron una magnífica seña de identidad en la revista. Además de las portadas, que significaron un soberbio escaparate de las distintas escuelas del arte taurino, los temas aparecieron casi siempre incluidos en la sección “El arte y los toros”. En esta sección desfilaron pintores y escultores de todas las épocas y estilos, organizados de manera individual, colectiva, por escuelas e incluso temática.
Igualmente, se incluyeron temas literarios. Fue muy frecuente la firma de algunos destacados poetas, como Gerardo Diego y Manuel Machado, y también la de prosistas de diversas generaciones. Sin embargo, hasta que en enero de 1959 no comenzó a publicarse la sección “Los toros y la poesía”, a cargo de Rafael Montesinos, la literatura no tuvo periodicidad fija. Durante años escribió, entre otros muchos, de Rafael Morales, Miguel Hernández, Federico García Lorca, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez y José María Pemán. Además, fue muy recurrente la reseña de libros de actualidad, la reproducción de cuentos y la inclusión de entrevistas con escritores de primera fila. Entre otros, cabe destacar las conversaciones mantenidas con Antonio Buero Vallejo, Camilo José Cela, Jacinto Benavente, Fernando Quiñones, Francisco Umbral y José García Nieto.
También fue muy interesante la publicación de diversas “Tauromaquias” de toreros, como por ejemplo, las de Juan Belmonte, Domingo Ortega, Antonio Ordóñez, Álvaro Domecq, así como las secciones “Artesanía torera”, de Benjamín Bentura “Barico”, y “Enciclopedia Gráfica Taurina”.


Por diferentes motivos, publicó una importante colección de números extraordinarios, en ocasiones monotemáticos. Los principales estuvieron dedicados al veinticinco y al cincuenta aniversarios de la muerte de “Gallito”, a los fallecimientos de “Manolete”, Juan Belmonte, José Mata y Antonio Bienvenida, al centenario de la Feria de Abril (1848-1948) y al XXV aniversario de la muerte de “Manolete”. Entre la casi infinita nómina de escritores y colaboradores que trabajaron en la revista, hay que destacar a Bruno del Amo “Recortes”, Álvaro Arias “Don Justo”, Ventura Bagües “Don Ventura”, Luis Fernández Salcedo, Benjamín Bentura Remacha “Barico II”, José Bergamín, Luis Bollaín, Rafael Campos de España, Francisco Casares, Alfredo Marqueríe, Santiago Córdoba, José María de Cossío, Antonio Díaz-Cañabate, Julio Fuentes, Francisco López Izquierdo, Alberto Vera López “Areva”, Pilar Yvars, Ricardo Díaz-Manresa, José Joaquín Gordillo, Julio Estefanía, Mariano Tudela, Federico Sánchez Aguilar y José Luis Carabias, entre otros muchos.